Raúl De La Horra, un personaje burgués, con total irreverencia (aunque dentro de lo permitido) hacia la forma de pensar con que crecen quienes pertenecen a su clase social, nos muestra continuamente una serie de escritos, ahora reunidos en un libro, en los cuales analiza y critica la situación social, cultural y en ocasiones económica, de ciertos grupos de nuestro país.
Y es desde el punto de vista que el mundo burgués le inculcó desde su temprana formación (de Raúl), en el cual De la Horra, cual individuo que se mira en el espejo y analiza, descubre y redescubre posibles aciertos y errores, critica la imagen que ve en dicho espejo y la explica de una manera tan sutil como una caricia con un pétalo de una rosa, pero no más violenta y punzante que un pinchón de alguna espina (espinita) de la misma planta.
Obviamente el espejo es la realidad en la que él se ve reflejado, al estar frente al espejo analiza su situación, razona y critica lo que ve, luego se redescubre dentro del contexto que él mismo analizó desde el exterior y seduce esa realidad, tiene sexo con ella (que en un sentido metafórico o filosófico, podría entenderse como si él, después de analizar el contexto, ya no es objeto de análisis, sino sujeto de cambio, una visión muy dialéctica para un burgués, por ese motivo es la irreverencia).
Es menester aclarar la sorpresa en este servidor, al descubrir que un burgués ha desarrollado esta capacidad de analizar el mundo, pues generalmente dichas personas solamente piensan dentro de sus cánones pre establecidos, les dicen cómo pensar, qué pensar, cuándo, cuánto, porqué, etc.
Le felicito don Raúl por no ser un objeto más de dominación mental, pero usted no va a ser un verdadero dialéctico analéctico simplemente por analizar y criticar la realidad, eso simplemente es verbalismo, hay que ver qué tanto lleva a cabo su praxis (no hay que asustarnos por el término relacionado con el marxismo-leninismo), pues una cosa es vivir cómodamente, levantarse de la cama únicamente para agregar una coma antes de almorzar, para luego quitarla antes de dormir, y otra muy diferente es proyectar el conocimiento hacia la mayor parte de las personas que no lo han llegado a descubrir por diversas razones económicas, sociales y culturales.
Por ejemplo, Platón probablemente no hubiese alcanzado la fama que logró, sin una posición económica alta, la cual le permitió pensar mucho sin tener que trabajar como lo hacían sus esclavos. Por el contrario, Diógenes vivió como perro, y aunque nunca encontró al hombre verdadero, al menos supo cómo era éste y dejó las bases para ir en la búsqueda del ser posterior al hombre.
¿Hasta dónde una irreverencia deja de ser un berrinche de niño mal portado? ¡HASTA DONDE PROPONGA UN CAMBIO SISTEMÁTICO DE LA REALIDAD QUE LE IMPONE LAS NORMAS DE CONDUCTA!
A ver pues señor De La Horra, si nos encontramos algún día con lámpara en mano a medio día, trantando de encontrar al hombre verdadero y transmitir así la capacidad de analizar la realidad a quienes lo necesitan con urgencia para mejorar un poco sus condiciones de vida, pues como usted ya sabe, El Periódico lo leemos pocas personas, y menos los sábados.
lunes, 21 de abril de 2008
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